Todas
las historias que compartís aquí conmigo me hacen mucha ilusión, pero hoy me
encanta que nuestra amiga @aporlosgemelos haya querido compartir la suya,
porque es diferente y a la vez igual. No había oido de primera mano la lucha de
dos mujeres pareja por ser madres, y es dura, apasionante, bonita, triste,
emocionante.....a mi me ha impactado y me ha hecho reflexionar ....Gracias bonita
por compartirla con nosotras, y no dudo en que lo vais a conseguir, porque lo
más importante aquí es no rendirse y sé que vosotras no lo vais a hacer. Toda
la suerte del mundo.
Doblamos el equipo… Pero el partido se ha anulado
Hace
un año y medio que decidimos ser madres. Sí, sólo un año y medio. Antes
habíamos pasado por una temporada difícil en cuanto a la maternidad. Yo lo
tenía clarísimo hacía ya unos meses, pero mi mujer necesitaba pensarlo.
Llegamos a ir a un coach (por separado). Ella para preguntarse por qué
no lo veía claro. Y yo para decidir qué hacer ante la incertidumbre que me
provocaba saber que yo necesitaba hijos ya, pero la persona que más quería (y
quiero) en el mundo, mi media naranja y pilar en la vida, no lo sentía así.
¿Tendría que renunciar al gran amor de mi vida por un hijo que no sabía si
llegaría algún día?
Ante
esta situación, reflexionamos mucho. Ella tuvo que dejar atrás miedos
infinitos. Y lo hizo tan bien que, a día de hoy, creo que su empeño en ser
madre es mayor que el mío, si cabe. Su ilusión, su manera de entender a los
niños, sus ganas (¡siempre!) de jugar con nuestros sobrinos, sus valores sobre
la educación y sus principios, son algunos de los motivos que me empujan aún más
hacia nuestro sueño.
Al
día siguiente de tomar la decisión, 26 de marzo de 2012, nos pusimos en marcha.
En la Seguridad Social, tiempo atrás, cuando le había planteado a mi ginecóloga
qué pasaría si decidíamos tener hijos, me había avanzado que no cubrían nuestro
caso. Se supone que no tenemos un problema de infertilidad, sino de orientación
sexual. Es decir, deducimos que según ellos, debemos ir a por un tío,
tirárnoslo y quedarnos así embarazadas. NO TENEMOS UN PROBLEMA DE INFERTILIDAD
(me parto y me mondo). Así que con estos precedentes, ese 26 de marzo, nos
dirigimos al IVI. Sabíamos que esa tenía que ser nuestra clínica. Mi hermana,
después de cuatro años luchando, consiguió ser madre por primera vez gracias a
su lucha y sacrificio, pero también gracias a los profesionales de este centro.
La clínica en Barcelona estaba cerca de mi trabajo así que todo parecía
indicarnos el camino.
En
una pareja de mujeres no existe ese año previo de relaciones sexuales “no
fructíferas”: una de las ventajas es que esa frustración no se eterniza en
casa, ni afecta a las relaciones sexuales. Ahora bien… ¡cómo nos hubiese
gustado poder intentar ser madres gracias a un acto amoroso y no, desde el
primer día, teniendo la obligación de pasar por inyecciones, farmacias y quirófanos!
En nuestro caso no vale eso de: “una noche de borrachera”… “te relajas y te
quedas”… “entre tratamientos lo seguíamos intentando a ver si sonaba la
flauta”… Ni cabe tampoco preguntarse sobre las cargas genéticas del bebé: una
de las dos tiene que renunciar a sus genes. Los óvulos de la decidiésemos
harían ‘tándem’ con el semen de un donante anónimo. Nos daba exactamente igual
eso de la genética.
Y
llega el gran interrogante: ¿quién de las dos va a ser la gestante?
Tomar esa decisión en base a criterios médicos no nos acababa de convencer. Era
una especie de ‘Operación Triunfo’ de óvulos y úteros, que suponía demasiada
frialdad. Así que valoramos situaciones laborales y personales y decidimos que
fuese yo. Ella acababa de abrir su propia empresa y lo tenía complicado. La
edad tampoco era un factor decisivo que decantase la balanza: yo 33, ella 32.
En
abril de 2012 me hicieron las pruebas de hormonas, analíticas, histerosalpingografía
para descartar obstrucción de trompas desde el primer momento, ecografías… Todo
era muy esperanzador, porque como dice nuestro doctor: ¡doblamos el equipo!
Yo nunca había intentado quedarme embarazada con otras parejas
masculinas, ni había tenido problemas ginecológicos (exceptuando un par de
quistes en el ovario derecho que me sacaron en 2007, mediante laparoscopia).
Así que podía quedarme en la primera IA sin ningún problema. Estaba
convencidísima que así sería. Desde el primer momento yo y mi mujer compartimos
todo el proceso: íbamos juntas a la clínica, hablábamos del tema sin parar, era
ella quien me pinchaba el Puregón en la tripa cada noche… Llegó la
primera IA, en la primavera de 2012. Días de betaespera, ¡qué os voy a
contar! La regla no me bajaba. Me despertaba a las cinco de la mañana,
directa al baño con ganas de vomitar. Me dolían los riñones. No tenía mucha
hambre. Estaba rara. Era evidente que estaba embarazada.
Era
evidente, hasta que no lo fue tanto. Dos días antes de la beta, me bajó la
regla. Y me pasé los dos días siguientes en casa, en cama, sin ir a trabajar,
ocultando el motivo, pensando que igual eran pérdidas del embarazo... Pero no,
era la regla.
¡No
pasa nada, a la próxima será! Y pasaron los meses. Y después de la
tercera IA negativa, nos planteamos qué hacer. Nos recomendaron un cuarto
intento por esta vía, ya que es el tratamiento más fácil y barato, y en nuestro
caso podía “sonar la flauta”… Y fueron 4 IAs con beta negativa. Odio la voz de
pena de la enfermera cuando te llama para darte un negativo. ¡Qué finjan! No
quiero esa voz de pena desde el primer segundo de la conversación, prediciendo
algo malo. Nos recomponíamos con cierta facilidad. Tenemos un entorno
maravilloso: amigos que conocen el proceso y nos apoyan, familia que nos quiere
y nos anima y, sobretodo, nuestro amor. Lo más grande que me ha pasado hasta
ahora. Una forma de querernos que mueve montañas y consigue imposibles. Si
estamos juntas, todo está bien.
Después
de la cuarta IA (en sólo 6 meses hicimos las 4), hablamos con el doctor,
para ver qué hacer. Nos habló de las FIV. Y enseguida vimos claro que teníamos
que hacer el método ROPA: recepción de óvulos de la pareja. Una aportaría los
óvulos y la otra sería la gestante. A mi mujer le extraerían los óvulos, los
fecundarían con semen de donante y me implantarían a mí los embriones. ¿Qué
mejor manera de participar ambas en todo el proceso? El médico nos aseguró que
es lo mismo que una FIV sin ROPA en cuanto a dificultad y resultados, así que
no hizo falta pensarlo mucho.
Ahora
era yo la que le pinchaba por las noches el Puregón. Era ella la que
sufría los efectos secundarios de la estimulación. En el primer ciclo, sus
ovarios reaccionaron de forma rara. El 27 de noviembre de 2012 llegamos a
quirófano, a por la punción… Y sólo se pudieron extraer 4 óvulos, porque los
demás tenían tamaños y calidades no adecuadas: había mucha diferencia entre
unos y otros, habían crecido de forma desigual. Al cabo de dos días, llamada
del doctor: no había evolucionado NINGÚN embrión. No había nada que transferir.
Nos
hundimos. No entendíamos qué pasaba. ¡En su familia todas las mujeres tienen
unos índices de fertilidad que quitan el hipo! ¡Sólo tenía 32 años! Nuestro
positivismo de los primeros meses empezaba a hacer aguas. Convencidas que nos
quedaríamos en algunas de las primeras IA, esto fue un mazazo para nuestros
ánimos.
Pero
había que seguir intentado. Y llegó el mes de enero y… ¡el día de nuestra boda!
No habíamos hablado nunca en serio de casarnos hasta que durante este proceso
nos leímos las leyes sobre maternidad en pareja de mujeres. Si no estamos
casadas la madre no gestante debe iniciar un proceso de adopción del niño, de
forma que el proceso para que ambas seamos reconocidas como madres es mucho más
complicado. No tuvimos que pensarlo demasiado: si todo es más fácil estando
casadas, ¡vamos a pedir hora ya al Registro Civil! Nos casamos el lunes, 14 de
enero. Firmamos ese coñazo de papeles absurdos y nos fuimos de cañas. Un día
maravilloso. No por el matrimonio en sí, sino porque ese día celebramos que
tuvimos la suerte de encontrarnos.
¿Y
si nuestros pequeños estaban esperando a que fuésemos matrimonio “con todas las
de la ley”? A lo mejor la siguiente era la nuestra, ahora que ya no había
trabas legales. Segunda estimulación. Segundo quirófano. Segunda punción.
¡Arriba! 16 óvulos extraídos, de los que al final nos quedamos con 6 embriones
(4 de ellos en día 3. Y otros 2 de ellos en día 5, blastos). En el primer
transfer me implantaron 2 de tres días… Beta negativa el 20 de marzo de 2013.
El
doctor consideró que podíamos hacer unas analíticas de sangre completas, según
él recomendables cuando ha habido abortos de repetición, que nos podían dar
idea de si había problemas de implantación por esto: Antitrombina, Proteína S
Antigénica, Anticoagulante Lúpico, Proteína C Fundional, Anti Cardio Lipina,
Homocisteína plasma, Cariotipo y Mutación del gen de la Protrombina… Todo salió
bien excepto la proteína S antigénica. Por lo visto esto es la anti coagulación
de la sangre. Así que antes del segundo transfer, me estuve pinchando heparina
(Clexane), para evitar pequeños trombos que provocasen mala irrigación del
útero. ¡Qué dolor de pinchazos, la heparina, por Diosss! Además, esta vez me
transfirieron ya blastos. Los de 5 días uno me lo implantaron y el otro
no estaba bien, y los de día 3 los llevaron a día 5, uno me lo implantaron y el
otro lo congelaron (el último)… Estábamos totalmente convencidas de que siendo
embriones de 5 DÍAS y con la heparina, ésta sería la nuestra.
Número
del IVI en pantalla: “sí, dimeee!!!”… “miraaa… te llamo del IVIIIII…
puedes hablaaar?” (a estas alturas de la frase, ya sabía que era NEGATIVO. No
necesitaba que seguir hablando, quería colgar y llorar).
Este
sexto resultado negativo nos lo dieron en junio de este año. Fuimos a
hablar con nuestro médico, y le pregunté toodaaas mis dudas: Natural Killers,
abortos bioquímicos, Diagnóstico Pre Implantacional… Descartó de momento
todas estas pruebas, porque nada en mis análisis e historial hace pensar que
pueda deberse a problemas graves para quedarme embarazada. Sí nos aconsejó
hacer una histeroscopia para ver mi útero, y en caso de que no estuviese
bien, intervenir en el momento. Me la hicieron a mediados de julio. Tenía útero
levemente subsepto, así que lo arreglaron al instante. La recuperación
fue sencilla, pero después ha venido la complicación. En el primer control
después de la operación me encontraron líquido en el útero. Solución:
relaciones sexuales y reglas. Son los dos momentos en los que el útero se
contrae con espasmos que pueden hacer eliminar restos de líquido.
Hechos
los deberes, hoy, 17 de septiembre he vuelto a control. No sólo para ver si
había desaparecido el líquido, sino también para iniciar un nuevo ciclo de FIV
e implantar el último embrión congelado que nos queda. El líquido sigue en el
mismo sitio y el doctor no descarta una segunda histeroscopia para ver
cómo está todo ahí dentro. Pero yo ya no tengo fuerzas. Porque ahora mismo mi
situación laboral es complicada, estresante, difícil. No me quedan energías
para pasar por otra operación y tirar adelante con esto en este momento de mi
vida. Por primera vez en todo el proceso empiezo a pensar en que tendrá que
ser mi mujer la que se quede embarazada. Y al mismo tiempo que me alegra
pensar que tenemos ‘OPCIÓN B’ por el hecho de ser dos mujeres, me llena de dolor
renunciar a gestar y a parir a mi hijo. Porque lo querré igual, pero será duro
pensar que yo ya lo intenté, y fue imposible. Porque la veré a ella con la
tripa, y sentiré sus patadas, pero no en mi cuerpo sino en el suyo. Porque la
veré dándole el pecho y me moriré de ternura y amor, pero desearé también
poderlo alimentar yo con mi leche. Espero que, si llega el momento de mi
paso atrás, pueda asumir todas esas imágenes para que mi mujer pueda dar el
paso adelante por las dos.
Ha
pasado un año y medio desde que tomamos la decisión de ser madres. “Sólo” un
año y medio. Y llevamos seis negativos. Desde el primer momento hemos
sido rechazadas en el sistema público de salud. Así que nuestros ahorros están
bajo mínimos.
Estoy
paralizada, llena de dudas y miedos. Sintiendo la necesidad de dejar pasar un
tiempo, para que me cure estas seis heridas y para que ese tiempo, esos meses,
ese respiro, me dé ánimos para seguir luchando.
Qué
ganas tengo de conoceros, #infertilpandy. Porque algunas de vosotras sois un
ejemplo a seguir. Y porque todas, como poca gente, entendéis perfectamente lo
que os acabo de contar. Un abrazo y suerte para todas en esta nueva
temporada que comienza en este nuevo septiembre esperanzador.